¡Buenas tardes! ¿Qué tal el viaje?

Con un gesto recíproco de cortesía, Verónica y aquellos viajeros entendieron que la forma de saludar había cambiado después de tan especiales circunstancias. Intuyeron, a través de la mueca que dibujaban las cejas de la recepcionista, que detrás de la reglamentaria mascarilla se había producido una sonrisa de bienvenida.  Habían cambiado las formas, pero la calidez de la trabajadora era igual de candente que aquella vez, meses atrás, cuando les estrechó la mano para desearles un buen viaje en Ferry. 

¡Buenas tardes! ¿Qué tal el viaje? Se apresuró Verónica en cuanto los huéspedes anclaron sus equipajes en el centro de la recepción.

—¡Hola! Un placer volver a estar aquí. Después de tantos kilómetros, ¡creo que necesitamos descansar!Estefanía contestaba al instante, con la simpatía que se les presuponía a ambos, después de haberla dejado patente varias visitas atrás en el Hotel Albaida Nature. 

Cristopher, mientras tanto, enjuagaba sus manos en el dispensador de gel higienizante que el equipo del hotel había situado justo al entrar en recepción. Mientras tanto, seguía con la vista las indicaciones de seguridad que ahora decoraban la rústica instalación de bienvenida.

''La cafetería permanecerá CERRADA para clientes NO ALOJADOS''.

El pequeño cartel, estampado en la puerta que conectaba la recepción con la cafetería, llamaba la atención de la joven pareja. Antaño el hotel, apenas unos meses atrás, acostumbraba a servir a algunos clientes que pasaban por la cafetería como una costumbre más de sus rutinas. Ya no era posible, entendiendo que, para potenciar el confort y la seguridad de los huéspedes, ahora sólo éstos tenían derecho a utilizar los servicios del bar.

—Veo que han cambiado algunas cosas...La sensación de Estefanía se debatía entre la preocupación y una extraña satisfacción debido a la percepción del más que evidente protocolo de seguridad—, ¿cómo lo han llevado?, imagino que... Difícil.

—Al principio... Como todos. Pero rápidamente aprovechamos la coyuntura para preparar la re-apertura.Replicó con celeridad Verónica —, Hemos desinfectado todas y cada unas de las habitaciones, así como las zonas comunes. Hemos redistribuido el buffet para asegurar la distancia social entre nuestros clientes. También la zona de la piscina está acondicionada y  dispuesta de forma que esta distancia se respete. En las zonas comunes podréis encontrar mascarillas, guantes y geles desinfectantes. Los protocolos y tareas de trabajo también se han re-diseñado, puesto que la limpieza diaria de las habitaciones, aún estando ocupadas, serán más profundas y acordes con las medidas de limpieza e higienización, se podrá desayunar en las habitaciones, se llevará a cabo la pertinente limpieza del GYM tras cada uso, étc—. 

Verónica trató de solventar las pocas preocupaciones de Estefanía, y se aseguró de explayar el concienzudo y nuevo rumbo del hotel, en el que se trabajaba en pos de la seguridad, la limpieza y el bienestar de sus huéspedes. Su discurso convenció de pleno, mientras que en los escasos dos minutos que duró la conversación, la confirmación de hospedaje estaba sobre la mesa pendiente de ser firmado para la entrega de llaves. No hizo falta explicar que los procedimientos de check-in, como se conoce en el ámbito turístico al ritual de entrada, también habían sido renovados para aligerar los tiempos de espera, y así evitar aglomeraciones en zonas comunes. Apenas dos minutos duró ese check-in express.

Verónica, Christofer y Estefanía se despidieron devolviéndose una sonrisa mutua entre los elásticos y, mientras la pareja subía, la recepcionista volvió a sus quehaceres con la documentación de sus nuevos huéspedes en la mano.

Algunas cosas habían cambiado, estaba claro. El repiqueteo de sus cuidadas uñas no sonaban igual en el teclado del ordenador debido a los guantes de látex, y ¿por qué no?, a veces se antojaba complicado entenderse correctamente cuando las palabras se quedaban atrapadas en las mascarillas. Y es que algunos dispensadores de gel desinfectante no favorecen, precisamente, la idiosincrasia clásica y nature del hotel. Pero... El Albaida siempre había cuidado a sus huéspedes brindando un servicio personalizado. En estas circunstancias tan especiales, que sirvieron de aprendizaje y mejora, esa predisposición para el cuidado, bienestar y confort se multiplicaron exponencialmente, cuidando el más mínimo detalle, como siempre fue.

Estefanía y Christofer pernoctaron en la misma habitación en la que ya lo hicieran otras veces atrás, pues Verónica, conocedora de sus viajeros, tuvo la deferencia de asignarle aquella que les gustaba. Para ellos nada cambió. Descansaron, desayunaron y vivieron Mazagón, a la vera de Doñana, sin que uno siquiera de estos aspectos especiales les importunara. No lo sabían pero... Estaban seguros, tan seguros como siempre.

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